Introducción
Siguiendo la línea de
iglesia como comunidad de amor, y tocando especialmente los ministerios,
resaltando desde aquí que los ministros de Jesús, deben ser ante todo,
sembradores del Reino (como lo describe la parábola del sembrador en Marcos 4),
y no funcionarios de un sistema religioso. Es necesario sembrar de nuevo en
nuestro mundo la semilla de Jesús.
En esta reflexión no
me centro en detalles administrativos, sino en los principios en los que se
basan los ministerios cristianos, comprendiéndolos en su sentido original, como
expresión y expansión del Reino.
Ministros sembradores de Amor (no jerarquías)
Actualmente, donde se
maneja la jerarquía eclesial, la mayoría de jerarcas en las iglesias no son
dictadores soberbios, ni aprovechados o astutos, tampoco son personas inmorales,
sino personas que se sacrifican, y tienen una gran altura moral, como también
espiritual. Pero sin embargo, la institución de poder que ellos mantienen en
nombre de Cristo, no parece adecuarse al evangelio, el cual les demanda ser
sembradores de amor, recordando (1 Corintios 13 y Marcos 4).
Parece una ironía la
organización de instituciones actuales: en la historia podemos ver que unos
sacerdotes legalistas de Jerusalén, los cuales tenían un pacto con el sistema
imperial romano, condenaron a Jesús (porque le decían el mesías y se llamaba
hijo de Dios); ahora muchos seguidores de ese Jesús, han establecido un nuevo
tipo de sistema de poder sacerdotal (eclesial), el cual tiene un pacto con los
nuevos poderes mundiales (cada uno con su estado o país, siendo un sistema que
se busca a sí mismo). Desde este punto
debemos distinguir dos modelos de autoridad:
Un sistema necesita
ministerios eficientes:
A los personajes
eficientes, impecables, los cuales no se valen ni sirven por sí mismos, sino
que trabajan para el todo (un sistema), no le importan los hombres (varones y
mujeres), y menos los pobres (los cuales no invierten ni compran), ya que todos
los sujetos (sean funcionarios o no), siempre son sustituibles, para el buen
funcionamiento y producción del sistema.
Estos personajes (o
funcionarios) los cuales son impersonales y eficaces, son esclavos de un sueldo
(y en ocasiones un buen sueldo) del capital, empresa o institución, y su buen
trabajo, en ocasiones implica la exclusión y muerte de millones de personas,
los cuales son negados y apartados, y todo para el bien de los privilegiados,
que al final, tampoco importan (ya que solo les importa el sistema). Todo aquel
que se convierte en ministro de esos sistemas, terminan por ser criados de la
muerte, ya que son responsables de un enorme genocidio que condena a la
violencia, al hambre e incluso a la peste, a una tercera parte de la población
del mundo podemos tomar como cita de referencia (apocalipsis 6:1-8).
La iglesia no
necesita de esos funcionarios eficientes
Tampoco necesita
mandos superiores en la iglesia (Marcos 9:33-37) nos menciona que el mayor es
aquel que sirve a los demás. La iglesia verdadera no busca la eficacia
administrativa o económica del sistema, sino el encuentro personal directo,
jamás sistematizado, siempre abierto para todos, y de manera especial para
aquellos que carecen de amor y dignidad, a aquellos que fueron expulsados del
sistema, a los que les abre un espacio y un camino. Es por esto que Jesús
rechaza el denario del César y su impuesto según (Marcos 12:13-17),
tampoco acepta el dinero del rico que es
voluntario como lo dice (Marcos 10:17-22), ya que su tarea de comunicación
entre creyentes (los humanos) se sitúa y la sitúa en un nivel de gratitud, y de
encuentro inmediato entre personas.
Los ministros de la
iglesia deben ser servidores de un amor que se regala (no de un secreto o una
gran noticia que se apaga), pero también de un pan que se comparte (el cual no
se puede comprar y no puede ser vendido). Cada ministro tiene únicamente la
autoridad de su propio testimonio de entrega y comunión, el cual está fundado
en el recuerdo de Jesús (esto quiere decir, la autoridad del amor). Con esto
quiero decir que los ministros no están al servicio de una tarea externa
(independiente de su vida), y tampoco son funcionarios de un sistema que deba
expandirse como una institución de poder Religiosa. Los ministros deben ser
personas que comparten un amor de humanidad al estilo de Jesús (tener la
primicia en el amor).
Ministros versus
Funcionarios
La diferencia entre
los funcionarios de un sistema (los cuales son eficientes del todo, pero
utilizan a sus dependientes y empleados, claro “pagándoles” por ello) y los
ministros del Reino (los cuales regalan su vida como una expresión de gratitud
y libertad personal, y la disponen al servicio de la comunión mesiánica). Jesús
lo dice en (Marcos 9:35) RV95 “Entonces él se sentó, llamo a los doce y les
dijo: -Si alguno quiere ser el primero, será el último de todos y el servidor
de todos.” Aún Pablo lo pone en relieve
(2 Corintios 10-12) cuando nos dice que los ministros de la Iglesia no
necesitan ser gobernantes habilidosos y menos políticos sutiles, sino ser
simplemente portadores del mensaje del Reino el cual deben proyectar.
Aquí las diferencias
entre un funcionario y un ministro:
·
Un funcionario pertenece a un sistema que
impone condiciones y paga según la ley de oferta de demanda. / Un ministro del
Reino es testigo del amor de Dios, él solamente busca la expansión gratuita de
la vida, y el bien de todos.
·
El funcionario realiza sus servicios para
que el sistema funcione y crezca, si las personas mueren, simplemente son
sustituidas. / Un ministro del Reino no sirve para que la iglesia tenga éxito,
sino para lograr que los seres humanos (hombres y mujeres) compartan su vida
(en comunión) y puedan amarse de esta manera. El ser humano es el importante
(no la institución) y cuando mueren, esperan
una posible resurrección.
·
Un funcionario se vende al todo y se vuelve
parte del sistema para que funcione. / Un ministro del Reino no se vende por
nada, ya que no busca que el todo funcione, sino que las personas logren
comunicarse y se amen. Ellos actúan en libertad de amor, son representantes del
Reino. Nos recuerdan las palabras dichas por Jesús en (Marcos 2:27) RV95 en
cual nos dice “También les dijo: -El Sábado fue hecho por causa del hombre, y
no el hombre por causa del sábado” esto lo dice claro, y el ministro debe
entenderlo, no son los hombres para el sistema, sino el sistema para los
hombres.
·
Un funcionario realiza una función externa
(está separada de su vida) es un oficio. / Un ministro del reino sirve, con
esto quiero decir que, sirve a las personas (hombre y mujer) con toda la transparencia amorosa de su vida.
Esto nos indica que
todo creyente debe ser ministro, ya que a todos les ha sido dada por gracia la
palabra y el pan de Cristo, aunque algunos lo serán de manera especial debido a
su dedicación específica en la obra del Reino, y por encargo de la comunidad.
Todos los cristianos
son sacerdotes de Jesús, pero en la iglesia hay algunos que ocupan el
sacerdocio como un servicio comunitario, por el Evangelio. La iglesia no
debiera tener un culto especial, sino el culto de la vida de los creyentes,
centrado en la Palabra y la comunión que es en Cristo.
Testigos de la Humanidad Mesiánica No Burócratas Religiosos
Puede ser normal que
la iglesia haya mezclado sus ministerios con los rasgos culturales y religiosos
del entorno, pero al hacer esto, puede perder su identidad mesiánica,
volviéndose así en un simple sistema Religioso. Para no caer en esto, los
ministros deben recordad cuál es su origen y cuáles son sus funciones
principales.
Santificar las Jerarquías,
un esquema hereditario
Mediante Cristo,
todos los cristianos son sacerdotes, según el Nuevo Testamento (lo dice Pablo y
Juan, también lo menciona Hebreos y Apocalipsis) supuestamente esto sigue
siendo así, como principio. Gracias a la influencia del entorno jerárquico
judío y helenista (o romano) se crea un tipo de sacralización jerárquica en
alguno de los ministerios (con esto ellos querían ordenar la piedad o amor,
pero se cayó en el problema de imponer el orden por encima del amor).
Siguiendo esta línea,
la iglesia empezó a organizar los ministerios como órdenes Santas, a partir del
III siglo d.C., en este momento se distinguen jerarquías y laicos, dando así a
los superiores (especialmente obispos) una categoría ontológica de tipo
sacerdotal la cual era propia del Antiguo testamento (en el templo de
Jerusalén) y del entorno pagano, pero no del evangelio.
En el siglo IV d.C.,
los sacerdotes (ministros) nuevos, corren el riesgo de convertirse en un simple
símbolo sacro de Jesús (casi sin la necesidad de ser amor para los demás),
convirtiendo así el evangelio profético en justificación de un orden social
jerárquico (en este tiempo ellos reciben un poder civil y religioso).
Cuando estos
sacerdotes se establecen como jerarquía, configuraron la historia de Europa, llegando
ahora al modelo funcional y burocrático moderno. Son eficaces, mas por su forma
de ser (un valor ontológico y sagrado) que por su forma de obrar, volviéndose así
como una clase elegida, una nobleza espiritual de algo divino.
Esto no solamente se quedó
en las autoridades eclesiásticas de Roma, migro hacia los evangélicos (en
muchas de sus denominaciones y doctrinas), sintiéndose así muchos ministros
jerarcas divinos, teniendo síntomas de poder (un supuesto poder en nombre de
Dios) los cuales les permiten influenciar (o manipular) al pueblo de Dios, no
para que vayan y hagan discípulos, sino para que se queden y apoyen el sistema.
Max Weber diría” que
no ejercen una autoridad tradicional, porque no proviene de herencia de sangre
(nobleza), sino por un tipo de elección”. Si Jesús hubiera querido una
aristocracia, hubiera empezado por sus apóstoles, la elección de ministros no
es por califato (una transmisión familiar del poder), no va de padres a hijos,
en sentido biológico, sino por elección divina y nombramiento santo.
La Burocracia funcional crea un Sistema de Ley
La iglesia afirma que
todos los cristianos son ministros (sacerdotes, por ser portadores de Cristo),
pero lamentablemente la iglesia interpreta a los ministros (especialmente
pastores, apóstoles y Ancianos, o Diáconos) como funcionarios de un sistema
organizado por ley bajo un apóstol (los que manejan el apostolado) o del Pastor
general de la misión.
Supuestamente los
Pastores y Ancianos (los diáconos apenas los toman en cuenta) tienen una
vocación personal, la cual los vincula a la palabra de Jesús y a al ministerio
de la iglesia, de manera que les siguen dando honores de clase superior, a
través del orden sacerdotal. Pero en ocasiones, ellos tienden a volverse
empleados (y algunos son muy impersonales) de una burocracia de poder, por eso
es que importa más su imagen como funcionarios diestros (a los cuales jubilan o
cambian por su edad si no cumplen su oficio) más que por su ser como persona.
El levantamiento y
expansión de esta denominación burocrática, se vincula a la raíz Judía de la
iglesia y a la tradición latina. Los romanos construyeron un derecho y
extendieron una organización de funcionarios la cual les permitió gobernar por
ley sobe varias ciudades. Cuando cayó el impero romano, los cristianos
asumieron poco a poco esa organización, y la aplicaron a las nuevas condiciones
de la sociedad y de la iglesia, especialmente en el siglo XI.
Podemos notar como
han surgido conflictos de competencia entre la iglesia (tanto católica como
evangélica naciente) y el estado, estos dos poderes han estado en crisis
permanente de utilización y lucha mutua. En el siglo VIII, la ilustración
racional se eleva con el despliegue de la ciencia y del capitalismo. Nosotros
somos el resultado de esas luchas y procesos, tenemos un pasado cristiano, pero
enfrentamos un presente de globalización neo-liberal, y estamos propensos a un
futuro de comunicación en gratitud o a la destrucción masiva.
Se ha secularizado la
sociedad civil, se ha separado de la iglesia y creo su propia burocracia legal
y capitalista. Al parecer las alternativas sociales del marxismo han fracasado,
extendiéndose de forma increíble (y podríamos decir suicida) el
neo-liberalismo, con su gran sistema de función universal, el cual coloca el
triunfo del sistema sobre la vida y la muerte de los hombres (de manera
especial en los pobres.)
El crear sistemas en
la iglesia (los cuales son funcionales y necesarios para destacar el sentido
universal del evangelio y sus ministros) aunque no sean cristianos, pueden
convertir a la iglesia en un sistema, ahogando de esa manera la libertad e las
personas y sus comunidades.
Los Riesgos a los que se Enfrenta Actualmente (tradición, Clientela “un
supermercado”)
Debido al cambio de
la cultura y la dinámica del evangelio los modelos anteriores han entrado en
crisis, la iglesia está buscando formas de servicio comunitario, que sea más
personal e inmediato, que ellos comprendan que están en sintonía con la primera
iglesia. Esto nos hace ver que el Ministro cristiano del futuro no podrá ser un
Pastor Jerárquico, elevado sobre los fieles, como un príncipe divino, sino
deberá ser un simple creyente (lo cual es encarnación de Dios), que asuma y
realice la tarea vinculada a la unión de amor de los cristianos. Un ministro no
podrá ser un funcionario del sistema neo-liberal, el cual pueda ser sustituible,
sino un simple creyente, a tal punto que la misión cristiana se identifique con
la misma vida de la iglesia.
Es claro que este
cambio que se propone con respecto a los ministerios no será fácil ni uniforme,
pero estoy seguro que ya ha empezado y se está haciendo en muchos lugares de
diferentes maneras, aunque algunos por estar más interesados en la iglesia como
institución no puedan verlo. Ante este problema no tenemos respuestas, pero si
tenemos un camino, el cual podemos compartir, debemos volver al mar del
evangelio, para entender la tradición y recrear la misión de la iglesia.
Resumiendo y
aclarando lo escrito lo podemos mostrar en tres esbozos ministeriales
insuficientes:
1. Tradición: En varios lugares, el Apóstol o Pastor pertenece al pasado, aunque es una figura
hermosa, es llamada a extinguirse (aunque de hecho ya está extinta en muchos
lugares como tal). Si algún Ministro busca solamente la imagen Pública o
Sentido de poder en la iglesia, será pronto un objeto de museo (el cual es
ajeno al evangelio) aun cuando este bien abrigado e incluso bien financiado por
la sociedad postmoderna, la cual necesita tradiciones.
2. Clientela: En el imperio romano fue importante, para
mostrar su grandeza, los nuevos ricos buscan los servicios de una masa de
clientes, para que les apoyen, y en compensación ellos reciben sus beneficios. Aunque
en un plano social, este esquema ha terminado (por lo menos en su sentido
antiguo), en algunas iglesias se sigue manteniendo. Los creyentes “laicos” no
saben, no pueden decidir; son simplemente clientes de una iglesia donde reciben
servicios espirituales, y son dirigidos por un patrón Pastor o patrón Apóstol.
3. Supermercado: En medio de un mundo pluriforme, en el que
las iglesias han perdido su función oficial, ya que los “clientes religiosos”
(creyentes) tienen cada vez más capacidad y deseo de elegir los oficios
eclesiales y patronos-ministros (pastor u apóstol) que mejor respondan a sus
necesidades u opciones. Desde este punto el mercado religioso debería cuidar
sus ofertas, ya que su competencia (un gran mundo de movimientos o grupos) es
fuerte, debe mantener y aumentar sus usuarios o compradores, pero
lamentablemente esto tampoco es evangelio, y simplemente hará crecer a la
iglesia como institución, pero no como comunidad de amor y portadora del Reino.
A mi parecer, la
iglesia actualmente debe superar todos estos esquemas, y empezar a promover, un
modelo de colaboración y comunión personal, el cual se basa en la palabra y la
comunión. Es claro que la fe individual y la decisión aislada del creyente es
valiosa, pero resulta insuficiente, porque la iglesia no es la suma de
creyentes ya constituidos perfectos, sino las mismas personas en comunión de
los llamados por Jesús y abiertos a su reino.
Todos los cristianos
son encarnación de Dios, representantes de Cristo, pero lo son solo en la
medida en que regalan su vida en gratitud y comuniquen la vida como gracia. Un
ministro debe presentarse al servicio de esa comunicación del amor, y darse a
mismos creando vida, debe ser transparencia de gracia. Deben lograr que emerja
y se expanda la autoridad de la Palabra de Dios.