III Cristología medieval (siglos XI-XVI)
Es a lo largo de este tiempo cuando se separa la Soteriología de la
Cristología. Desde entonces la cuestión de Cristo será estudiada en una
perspectiva metafísica, porque importa su sustancia, su esencia, su forma, su
naturaleza, pero se pierde de vista lo que dijo y lo que hizo. Las respuestas
de la teología no las responde Cristo, y la Biblia es sustituida por la
filosofía y el derecho. Se empiezan a difuminar el amor que tuvieron los Padres
de la Iglesia a las Santas Escrituras, y se comienza a elaborar una teología más especulativa y
alejada de lo salvífico. El resultado de ésta práctica será el distanciamiento
de la cristología de la espiritualidad. Cristo tiende a desaparecer de la vida
cristiana cotidiana, es sustituido en muchas ocasiones por devociones
populares, santos, intermediarios o indulgencias; entre otras cosas porque la
idea que se hacen de Cristo es la de un juez, alejado y terrible para los
hombres, es el representante de la ley, del orden religioso y justo, incluso
supersticioso. Es un Señor feudal, un Rey de los del mundo, más que lugar de
encuentro con Dios Padre y con el perdón.
La ofensa que le hicimos a Dios era infinita, por
lo tanto solo alguien infinito podía rescatarnos. Ese es Cristo, pero quedaba
desvanecida la imagen de misericordia, la cual era sustituida por la de Señor y
Rey. La vida cristiana medieval perdió toda su radicalidad y fuerza, salvo
excepciones contadas. Separar a Cristo de la salvación es dejar a Jesucristo en
manos de un médico forense, que estudia el cuerpo muerto sin comprender su
estilo y ser en la vida. Este fue el error del neoescolasticismo.
Uno de los autores más destacados del panorama
teológico medieval es Santo Tomás de Aquino, el cual en todos los órdenes de
los estudios teológicos desarrolla e integra la fe cristiana con la filosofía
de Aristóteles. Tomás de Aquino parte de una teología descendente, primero es
Dios Uno y luego Trino. Sus estudios no se centraron en la figura de Jesús,
aunque luego sí lo recoja como el camino para acceder al Padre. La Trinidad y
la Cristología se van a distanciar a nivel teológico. No obstante, Tomás de
Aquino es un fuerte deudor de la tradición agustiniana, y a pesar del
aristotelismo, que lo acercaba de nuevo a posturas nestorianas, se mantiene
fiel a la fe de la Iglesia, cuya dogmática se encuentra cerrada.
Tomás de Aquino desarrolla la cuestión de la
subsistencia, el constitutivo formal de la persona. La Cristología se
empobrece, aunque mantiene una relación entre Cristo, salvación y doctrina del
cuerpo místico. Esto es debido a que la Cristología centrada en la relación
hipóstática perdía la frescura evangélica y su implicación con el presente
humano. La disociación trinitaria y cristológica de la vida concreta de los
hombres convertía a Cristo en un misterio con implicaciones metafísicas. El
trabajo estaba centrado en sus perfecciones de su naturaleza humana, pero se
olvidaba la "kénosis", la dinámica en la que estaba escrito el
evangelio, la fuerza de la transformación.
Posteriormente la teología neo-tomista oprimióaún
más a Cristo. Se estudiaba sin dejar manifestarse al maestro, se perdía el
sentido real de Jesucristo. La cristología se había colmado con la metafísica.
La pregunta constante de la escolástica de quién es Jesús en sí mismo,
demuestra lo descentrada que estaba la teología. Es el interrogante ontológico
el que cuenta, se le aísla de la tradición Bíblica, dejando sin contestar quién
es Cristo en relación con los hombres u como hombre vivo.
Posterior a la reforma del siglo XVI, los
comentaristas y seguidores del neotomismo, reducirán la Iglesia a una
pretensión jurídica, y la cristología a la discusión especulativa sobre el
constitutivo último formal de la unión hipostática, subsistencia-persona. Si en
la "SummaTheologica" Tomás de Aquino mantenía el plan de Dios Uno y
Trino en la historia de salvación, esta perspectiva se atenuó y casi
desapareció en siglos posteriores.
En los siglos XVII y XVIII hay de nuevo intentos de
recuperar la viveza patrística, pero el neoescolasticismo se vuelve a imponer a
finales del siglo XIX. Hay que reconocer que los Escolásticos mantuvieron la fe
y la constancia en las afirmaciones dogmáticas de los concilios ecuménicos
definitorios del dogma, pero había que recuperar a Cristo, sacarlo de la
metafísica y que volviera a hablar por sí mismo.
En este periodo hubo grandes controversias
sobre Cristo, pero también aparecieron algunos debates menores. El cambio
principal se debió a la introducción del nuevo proceso de razonamiento y
síntesis propio de la escolástica. En el contexto sociológico del feudalismo,
Anselmo de Canterbury investigó por qué Dios se hizo hombre y tuvo que morir
para salvarnos: ¿acaso no pudo hacerlo de una manera distinta? Con una
argumentación brillante Anselmo sostiene que Jesucristo muere para satisfacer
por el pecado, evitando así que el orden universal se altere para siempre.Algunos
pensadores quisieron honrar a Jesucristo razonando según el principio de
perfección, de acuerdo con el cual no era correcto negar a la naturaleza humana
de Cristo ninguna perfección que pudiera haber tenido. Consiguientemente, lo
consideraban el perfecto marino, el perfecto matemático, ¡incluso el perfecto
canonista!
Al final de este periodo, los reformadores
protestantes pidieron que se abandonasen las especulaciones metafísicas
escolásticas sobre la constitución interna de Cristo, con el fin de volver a
una confesión de Jesucristo más existencial y fundamentada en la Biblia, pues
fue él quien nos alcanzó la salvación en la cruz, y su gracia nos salva ahora
sin mérito alguno de nuestra parte.
I.IV Cristología de la Reforma y Contrarreforma (Siglo XVI-XVII)
La Cristología de la Iglesia Católica no
fue cambiada por la reforma luterana. Si hubo ataques a sus desarrollos en la
Mariología, la Antropología o el mismo significado de la salvación, pero a
nivel dogmático, el credo no fue tocado ni alterado, por lo que sigue siendo
expresión de la comunión. El luteranismo reinterpreta, buscando la fidelidad en
la Palabra, el misterio de Cristo, pero desde lo soteriológico, no desde lo
estático del dogma de Cristo. Por eso la teología que elaboran fácilmente ha
encontrado una vía de diálogo con la cristología Católica u Ortodoxa en siglos
posteriores.
Lutero y su teología también se
opusieron a la elevación metafísica escolástica, ya que querían buscar la
respuesta para la vida concreta, llena de dolor y sufrimiento para los hombres.
Para la reforma era importante la experiencia antes que la especulación. Por
eso la teología luterana trata de recuperar a Cristo para la vida cotidiana de
los hombres. El único lugar posible de salvación para el hombre, corrompido
indefectiblemente es la cruz. El centro de la cristología es la cruz, que es la
cumbre de la redención de los hombres. La encarnación pierde significado, la
"teología de la gloria" se opondrá a la "teología de la
cruz", quedando la primera más defendida por Católicos y Ortodoxos, lo
propio del reformado será la teología de la cruz. Esta teología sabe que Dios
sólo se nos hace accesible, porque siendo pecadores quiso salvarnos. La
"teología de la gloria" es una pretensión de los hombres, indica
Lutero, lo que nos redime es el intercambio de la cruz, la mejor expresión del
perdón de los pecados. Por eso descubrir la cruz es descubrir el propio pecado
y la justificación amorosa y gratuita de Cristo: "A Dios sólo se le
encuentra en su acción por mi" dice Lutero, el mejor lugar, incluso el
único teológico para la redención es la cruz.
La contrarreforma Católica señalará la
importancia de ambas, "theologia crucis" y
"theologiagloriae", restableciendo una antropología no tan negativa,
y equilibrando el significado no tan subjetivo de la redención. No sólo cabe el
para mí, sino el nosotros comunitario. No obstante, hay un antes y un después
en la lectura cristológica de las teologías, que aún hoy se utiliza. Se
distancia y se diferencia entre una cristología descendente, la de la
encarnación, el Hijo unigénito que estaba a la derecha del Padre se encarna por
nosotros. Y la cristología ascendente, la de la cruz y resurrección, Jesús
muere en la cruz por los hombres y el Padre lo resucita. Las dos perspectivas
sesgadas pueden dar lugar a errores. Una cristología descendente puede olvidar
el significado de la encarnación, Jesús no muere en la cama, sino enfrentado a
los poderes político-económicos y religiosos de su tiempo, no es un
extraterrestre disfrazado de humanidad. La teología ascendente puede hacernos
olvidar que el que muere en la cruz no es un hombre cualquiera, sino que es “el
hombre Dios”, el Mesías enviado por el Padre, el Hijo Unigénito de Dios, no es
un hombre divinizado, sino Dios mismo. Esta dialéctica la resolvemos con un
equilibrio entre ambas perspectivas, no es comprensible la vida de Cristo quitando
aspectos de la misma, leyéndola parcialmente, su vida muerte y resurrección,
desde la eternidad, es un todo para con nosotros.