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martes, 12 de marzo de 2013

Cristología en la Historia del Cristianismo 1ra. Parte por "Angel Marroquin"




Cristología en la Historia del Cristianismo


Introducción

A lo largo del tiempo y de la historia se ha cuestionado sobre ¿Quién es Jesucristo? En los primeros siglos del cristianismo ya tenemos un sorprendente ejemplo del desarrollo doctrinal en una Iglesia viva. Hoy en día, también se da en la teología una actividad que nos indica que el desarrollo todavía no ha concluido. A menudo se aborda este tema planteando la pregunta sobre Jesús como él mismo hace en los evangelios sinópticos. Por ejemplo en Marcos: "… ¿Quién dicen los hombres que soy yo?". Ellos le dijeron: "Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas". Y él les preguntaba: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” [1]

La mayoría de los cristianos conocen la respuesta de Pedro; “Tu eres el Cristo”[2], la de Marta; “…yo he creído que tú eres el Cristo,  el Hijo de Dios,  que has venido al mundo.”[3]; y las respuestas de las primeras generaciones de discípulos, cuyas reflexiones forman el testimonio neo testamentario. Pero la pregunta no se termina con estas respuestas. Se repite a lo largo de los siglos y cada generación de creyentes y discípulo pide una respuesta. Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?Haciendo un breve recorrido por la historia se pondrá en relieve aquello que nuestros antepasados en la fe nos han delegado con sus respuestas a la cuestión cristológica, destacando aquellos factores que, en el mundo, han dado un nuevo impulso al continuo proceso de búsqueda de una respuesta.

I Cristología bíblica (siglo I d.C.)

Los cristianos predicaban fervientemente el mensaje de Jesús en el primer siglo, en su predicación hacían hincapié en que la salvación viene de Dios, y que Dios está al lado de los pequeños, de los marginados, incluso de los pecadores, y les promete una nueva vida. A la luz de la salvación que llega, todas las personas, sin importar su status, son llamadas a la conversión y a abrir sus corazones para recibir la misericordia de Dios. Para las personas pudientes y los poderosos, esto exige un cambio del corazón y de la actitud hacia sus hermanos y hermanas.

Jesús al igual que su Mensaje fue rechazado al poco tiempo por la mayoría de los jefes religiosos de su propia religión. Después de ser arrestado y torturado en la cárcel, fue ejecutado públicamente por las autoridades civiles. Pero al tercer día el resucito, los discípulos que lloraban su muerte sintieron que Él estaba vivo de una manera nueva.
¡Dios lo había resucitado! Por el poder del Espíritu Santo, y continúa siendo aquel a través del cual el amor compasivo de Dios se derrama sobre el mundo para sanar las penas y la alienación, para vencer el pecado e incluso la muerte.

Dado que los primeros discípulos fueron judíos, releyeron sus Escrituras buscando en ellas ayuda para interpretarlo. Descubrieron la promesa divina encarnada en figuras como la del Mesías, el Hijo de Hombre, el Siervo Sufriente, la Sabiduría, el Hijo de Dios, etcétera. Usaron estos símbolos evocadores para explicar el significado de Jesucristo e incluso emplearon algunos de ellos como títulos cristológicos. Así fueron descubriendo que la vida de Jesús, y especialmente la cruz, daban un nuevo significado a los símbolos. Por ejemplo, el Mesías dejó de ser simplemente el rey victorioso del linaje de David, y pasó a ser el crucificado y resucitado.

En el primer siglo, entre los años cuarenta y cincuenta ya se habían formado por todo el mundo mediterráneo comunidades de creyentes,y reflejaban diferentes características, las cuales son coherentes con sus diversos contextos culturales y sociológicos (judíos o gentiles, perseguidos o en paz, de provincias o cosmopolitas).

Desde ese entonces, algunos cristianos pusieron por escrito el cómo entendían a Jesús con interpretaciones configuradas por la predicación y otras experiencias de sus Iglesias locales. Dando como resultado una diversidad de respuestas a la pregunta básica: ¿Quién decís vosotros que soy yo? Algunas de las respuestas clave son:
·        Pablo: Jesús es el Cristo crucificado y resucitado.
·        Marcos: Jesús es el Mesías sufriente.
·        Mateo: Jesús es el nuevo Moisés, maestro de la nueva ley.
·        Lucas: Jesús, lleno del Espíritu Santo, es el Salvador de todos.
·        Juan: Jesús es la Palabra de Dios hecha carne.
Como es notorio, desde el principio hubo más de una cristología en la comunidad cristiana.Todos profesaban la misma fe, pero cada uno de ellos la expresaba de manera distinta. Al unir sus escritos, se formaron las Escrituras cristianas, fundamento de la cristología actual porque transmiten la memoria y el testimonio de las primeras comunidades

II Cristología conciliar (siglos II-VII)

Al extenderse la Iglesia por el mundo helenístico más amplio, utilizó, tanto en la predicación como en el pensamiento, categorías filosóficas propias de la cultura mediterránea. La filosofía griega se basaba en el conocimiento de la forma de actuar o funcionar de las cosas para plantear la cuestión de lo que las cosas son en sí mismas, formulándolo en términos como “naturaleza”, “subsistencia” y otros.

En el primer siglo, las primeras comunidades bíblicas se habían concentrado en lo que Dios había hecho por ellas a través de Jesús y, por consecuencia, en quién era Jesús desde una perspectiva funcional, pero las posteriores comunidades helenísticas, compuestas en su mayoría y casi exclusivamente por gentiles (no judíos), empezaron a preguntarse por Jesús desde una perspectiva ontológica[4].

Explicado de otra manera podemos decir que: de la proclamación de su actividad (Jesús salva) pasaron a hacerse preguntas por el orden del ser: ¿quién es él en sí mismo, y cómo ello le permite actuar como nuestro Salvador? Ellos sabían que venía de Dios, pero su reflexión les llevó a preguntarse cuál era su relación con el Dios uno y único, llamado Padre. ¿Hay dos Dioses? Impensable. ¿Es Jesús un dios menor? Es posible; pero entonces ¿cómo podría realmente salvar? ¿Cómo podría Jesucristo ser Dios, y Dios Padre ser Dios y, no obstante, que sólo hubiera un único Dios? Además, se agudizaron las cuestiones referentes a su relación con la raza humana.

Si de verdad procede de Dios, ¿es un hombre verdadero? ¿Es su cuerpo realmente de carne y hueso? ¿Tiene un alma humana, con una auténtica psicología humana? Si no es así, ¿es la encarnación sólo aparente? Pero si es así, ¿hay en él realmente dos personas, una humana y otra divina? Si es verdaderamente humano, ¿cómo podemos considerarlo a la vez verdaderamente divino y, no obstante, una persona? Todas estas preguntas se formularon en el lenguaje de aquel tiempo y, en consecuencia, los cristianos se implicaron en las controversias[5].

Los obispos de oriente declararon que este enfoque era falso en el año 325, en el concilio de Nicea. En el credo que escribieron (el credo niceno), que aún hoy se recita y se canta en algunas Iglesias, se confiesa que Jesús es Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado; de la misma naturaleza que el Padre. Si esto no fuera cierto, sostenían, Jesús no nos salvaría, porque el pecado es tan fuerte que ninguna criatura puede vencerlo: “sólo Dios salva”.

Por otra parte, algunos pensadores hicieron tanto hincapié en la divinidad de Jesús que perdieron de vista su humanidad real. Entre ellos podemos mencionar a Clemente de Alejandría[6], a Hilarlo de Poitiers[7] y de cómo lo divinizaban, también el
 Obispo Apolinar el cual consideraba que no era ni Dios ni hombre, sino un ser intermedio[8].

También se consideró que esta afirmación era falsa en el concilio de Constantinopla, el cual se realizó en el año 381. Los obispos de Oriente argumentaron que Dios nos salva asumiendo todo lo que pertenece a la naturaleza humana; lo que no es asumido en la encarnación no queda redimido. De este modo, la auténtica e integral humanidad de Jesús se convierte en una verdad salvífica.Entre estas dos tendencias extremas, la Iglesia luchó por mantener un reconocimiento pleno de la identificación de Jesús tanto con Dios como con los seres humanos.

Tras años de debates y episodios de conductas poco decorosas, el concilio de Calcedonia afirmó finalmente esta verdad de fe, en el año 451. En términos helenísticos, los padres conciliares confesaron que Jesucristo es “consustancial con el Padre según la divinidad, y consustancial con nosotros según la humanidad”,“verdaderamente Dios y verdaderamente hombre [compuesto] de alma racional y cuerpo”, uno y el mismo Cristo manifestado en dos naturalezas que confluyen en una sola persona[9].



[1]Ver Evangelio de Marcos 8:27-29a.
[2]Ver Evangelio de  Marcos 8:29b.
[3]Ver Evangelio de Juan 11:27.
[4]El diccionario de la Real academia Española nos explica que la ontología es la Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales.
[5]Un manuscrito de Arrio dice “Es, indudablemente, una criatura superior, pero Dios no puede compartir su ser con nada finito o limitado. Llamar “Dios” a Jesús sería deshonrar a Dios, al mezclar lo divino con las limitaciones de la carne. Así, “Dios” se aplica a Jesús sólo como título de cortesía”.
[6] Clemente decía: “Cuando comía, no lo hacía para conservar la salud de su cuerpo, que se mantenía unido por una energía sagrada, sino con el fin de que los que estaban con él no concibieran una opinión diferente de él”.
[7] “Nuestro Señor sintió la fuerza del sufrimiento, pero sin dolor; los clavos que agujerearon su carne pasaron como un objeto pasa a través del aire, sin dolor”
[8] “Los seres híbridos se forman cuando diferentes propiedades se combinan en un ser; por ejemplo: de un burro y una yegua nace un mulo, y la mezcla del blanco y el negro produce el color gris. Pero ningún ser mixto contiene los dos extremos íntegramente, sino sólo en parte. Ahora bien, en Cristo hay un ser que es mezcla de Dios y hombre; por consiguiente, ni es totalmente hombre ni sólo Dios, sino una combinación de Dios y hombre”
[9] “Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles o invisibles. Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, nacido, no hecho, consustancial con el Padre, por quien fueron hechas todas las cosas; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió de los cielos y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María Virgen…”